miércoles, 28 de noviembre de 2012

Palermo en Delivery

Todo empieza siempre de la misma manera, como si fuese un partido de fútbol, cero a cero. Con dos equipos que se enfrentan y siempre un resultado impredecible, aunque siempre habrá unos que tengan más chances que otros de ganar la copa, de ascender, etc. Y la vida es así, la vida es igual. Se trata de vivirla un poco, de poder hacer algo que sirva. Algunos prefieren hacer el mejor partido, hacer lo que sea para ganar, otros son equipos de media tabla, digamos un San Lorenzo, que a veces está por descender, alguna que otra vez gana, pero siempre se mantiene ahí, al final de cuentas. Hay otros que descienden o ascienden y les cuesta mucho esfuerzo. Y lo mismo es la vida. Hay personas que nacen con más suerte que otras, sea por la posición social o las aptitudes físicas o psicológicas, por las casa donde se crían que pueden motivar su potencial o, por el contrario, arruinarlo o simplemente no apostar a ello. Yo nací en un lugar humilde en la provincia de Buenos Aires. A lo pobre se le dice humilde, porque queda mejor, parece menos ofensivo. En fin, de a poco fui ascendiendo en “la escala social” o como se le quiera llamar. Ahora me puse un delivery en Palermo y me va bien. Soy un equipo de media tabla. Me gusta estar ahí. Estudié administración de empresas, con mucho esfuerzo y logré trabajar en multinacionales, pero la verdad es que no me gustó. Jamás me sentí cómodo en ese ambiente, no era el mío. Ahí uno se da cuenta que los pobres siempre serán pobres, o casi siempre, que es algo muy difícil de revertir y que no depende solamente de políticas de estado. A veces pienso que es una cuestión, un problema social. A veces tengo una mirada pesimista. Me cuesta ver la solución.